lunes, 23 de marzo de 2020

El Abrazo


La mañana era fresca, el café, azucarado como me gusta, con la cantidad de leche necesaria y, el pan servido a la mesa. Mi mamá, biblia en mano, intentando descubrir la preciada, generosa y solidaria bondad de Dios, sin embargo, ese Dios parecía muy ausente del hogar, mis entonces 2 hermanos niños y la pequeña bebé niña dentro de su caminador, no entendían de aquella ausencia, pues teníamos como culpable al viejo y mal humorado diablo de nuestras calamidades, de nuestra poca entereza y falta de responsabilidad, a la que muchas veces llamamos: falta de fe.

Recuerdo estos, de mis mejores momentos de cristianismo, que contradicción, cuando más ausente estaba, más me sentía atraído al beneplácito amor de Dios para huir de mi realidad, lo llamé  primer amor, lo que no podía admitir era que la iglesia me sirvió para sobrellevar mi ansiedad, mi preocupación por mi familia era tal, que disimulaba bien mis horas de llanto y sufrimiento por lo que pasaba en mi hogar y si, Dios se convirtió, en algún momento de mi vida, en un escape de mi realidad, en una forma de sentirme abrigado en medio de tanta falta de afecto, todos concentrados en el problema y nunca en los que vivíamos de cerca la situación en sí. 

Aún, a pesar de la miserable ausencia, su providencia, digamos, nunca faltó, por eso, a pesar de las muchas crisis de fe que pude haber vivido siempre me mantuve apegado a la comunidad, pocos sabemos lo tremendamente importante que es una comunidad y también lo tremendamente frustrante, difícil y dañino que puede ser una comunidad; si, ambas pueden ser comunidades, pero no saben lo que una comunidad hizo en mi, sentí a Dios en ella, encontré a Dios en ella, en medio del caos, ella fue orden, Dios ausente en casa, pero me abrazaba en la comunidad. Como también vi comunidades donde si había diablo, créanme, no estaba en el infierno, se sentaba a escuchar el sermón y decía amén; literalmente destruyeron parte a parte de lo que un dia creí que era primer amor, aún así, me di cuenta que Dios no estaba en las paredes sino en la feligresía, encontré amigos, gente, personas y grupos que compartieron al Dios que peregrinaba en su cotidiana y difícil vida, así fue, Dios  estaba ahí. 

Pastores, pastoras, sacerdotes, líderes de comunidades religiosas y educativas, hay gente que no encuentra a Dios en el rincón de su desastrosa vida, y va a una comunidad para abrazarlo, y muchas veces encuentran a Dios con las manos cerradas porque han desterrado a Dios de allí también, y por eso se hace mucho más caótico ir a la iglesia o comunidad, la gente prefiere seguir huyendo. Así que el desafío de tener un lugar de cuatro paredes no es para que Dios tenga una casa, no es para que Dios tenga un lugar a donde ser adorado, es para que la gente tenga un lugar donde pueda sentirse abrazado por una comunidad, para que en medio de su terrible caos, encuentre a Dios en la comunidad, el Dios que abraza a través de los otros(as). 

Adolfo Cespedes M.

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