domingo, 22 de marzo de 2020

Carta a un Fariseo


Que no viva tus mismas emociones, no quiere decir que no tenga una pasión. Que no alce las manos como tú las alzas, no quiere decir que no le he dado mi vida al reino de Dios, que no brinque como tú en medio del culto no quiere decir que no lo estoy disfrutando, no todos(as) tenemos las mismas formas de demostrar lo que sentimos, no todos debemos tener las mismas emociones para diferentes situaciones.

Que no viva en la iglesia metido, no quiere decir que estoy menos interesado en Dios, como tampoco estar todo el tiempo en la iglesia significa interés por Dios. Algunos hemos venido pensando, sintiendo y viviendo a Dios de manera distinta; por qué te atreves a juzgar, desde tu lugar de privilegio en la comunidad, mi espiritualidad, por qué me impones tu forma de adorar, orar y acercarte a Dios y lo haces paradigma de nuestra fe. No son tus reglas o tus estereotipos religiosos lo que me va a salvar, solo su gracia, gracia que no determinas tú, ni tu forma de ver la fe, no seas como los otros fariseos, que intentan ver con sus ojos lo que solo está en el corazón de las personas. 

No intentes decirme que ponerme, que vestir, cuál es la medida correcta de santidad, pues Dios no vino por sanos, sino por miserables pecadores como yo, que no van al culto a aparentar lo que no son, sino a aquellos que son capaces de desnudar su alma y darse cuenta que son seres humanos en proceso, en mejoría, y a veces sin mejorar ni un poco, pero aún así tienen la valentía de la que careces, lo reconocen. Por favor, no intentes desde tu fanatismo y desprecio al que según tú no está a tu nivel espiritual probar mi doctrina correcta y sana, porque quizás tu doctrina no da sanidad a mi corazón quebrantado. 

Permíteme vivir mi fe con Dios y compartir con la comunidad desde esta diversidad, no me apartes, no me desvincules de tu círculo eclesial solo por no pensar como tu líder religioso, pues no por eso estoy mal, solo estoy desde otro rincón de este cuarto y no, para sentirte bien contigo mismo y para callarme, tienes que decirle a otros que soy yo el que está del lado incorrecto de este inmenso y diverso cristianismo. 

Adolfo Cespedes

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