Articulo de nuestro amigo:
Christian
Rodríguez, OFM
La resurrección de
Jesús es la certeza de la vida en un hombre justo condenado injustamente. Más
que el levantamiento o no de un cuerpo, la cosa tiene que ver con la certeza de que la vida no termina con la
muerte. Naturalmente esto no fue fácil para los primeros cristianos y
cristianas, ¿cómo creer que Dios ha obrado en ese condenado injustamente como
un ladrón?
La cruz, lejos de
pensarlo implicó todo un reto para la fe de los primeros seguidores del
maestro. A partir de la cruz hay un antes y un después de la fe, ciertamente la
fe madura pero tendrá que pasar por el crisol de la crisis. Todas las categorías
judías en la revelación del Dios esperado de los tiempos dieron al traste con
el asesinato y tortura en la cruz de Jesús. Naturalmente, una fe nueva tenía
que nacer. Urge la necesidad de una re-elaboración a partir del crucificado.
Desde América latina,
porque hay diferentes escuelas, desarrollos y etapas cristológicos, de manera
particular hemos interpretado, porque qué es la fe sino interpretación,
apropiación personal y comunitaria del misterio. Decía, que en este continente
hemos construido y creído que esa negatividad de la cruz es la novedad del Dios
de Jesús. Me explico:
La revelación de Dios a
partir de acontecimientos positivos: “si todo es bello, lindo y bueno, es
porque Dios así lo es”., hace que tomemos siempre de nuestro entorno sensible,
del cual podemos tener experiencias y ejemplos bellos, lindos y buenos: la
naturaleza, los hermosos fenómenos naturales y las manifestaciones de vida como
la esplendidez de un bebé que apenas abre sus ojos, (y ¿cómo no nos van a
remitir estas experiencias bellas, buenas y profundas a algo más allá que
solemos llamar Dios?), para hablar de Dios.
En todo caso, si Dios
es así de hermoso y bueno, ¿cómo permite la ignominia de la cruz en su hijo?,
¿cómo es posible tanto dolor hasta la muerte de su propio hijo?, ¿cómo es eso
de la cruz, donde mueren los criminales?, y acaso ¿Jesús no era quien llamaba a
Dios Papá y se la pasaba haciendo el bien?, ¿qué pasó?, ¿qué y cómo deberíamos
entender esa bondad de Dios?, y sin duda la pregunta capital: ¿cómo entender
esta negatividad en Dios?
Naturalmente, tales
preguntas implican, como dijimos antes, un “invertir” nuestras lógicas en la
comprensión de Dios. Subvertir órdenes, abrirse a nuevas comprensiones es
necesario para más o menos acercarnos a lo misterioso que sucedió en esa cruz. Esto
es, abrirse a una necesaria “lógica ilógica”.
Con Jesús un primer
principio de revelación queda claro: no se parte desde el cielo sino desde lo
más histórico, es decir lo más experiencial de la vida, esto es, los acontecimientos
de la vida, la cotidianidad. Estamos enseñados (a) siempre a pensar que a Dios
le descubrimos del “arriba hacia abajo”, pues bien, a partir de Jesús la
novedad de a cercanos al misterio de ese Dios bueno es a partir de las
experiencias de la vida, también de las vicisitudes, es decir, de “abajo hacia
arriba”.
Un segundo principio, a
mi modo de ver, es que entre las viscitudes que surgen en la cotidianidad
siempre está abierta la posibilidad del dolor, ya que la contradicción es el
componente esencial de la vida, y lo que hace que ella siempre sea un reto para
el ser humano con inmensas posibilidades, entre ellas la superación de esa
posibilidad de dolor.
Tanto lo experiencial
como las posibilidades de dolor fueron constantes en la práctica de Jesús, casi
que no podríamos entenderlo si negamos su acercamiento al dolor, a la trágica vida de las gentes en la Palestina de
entonces. Por eso sanaba, curaba, alentaba, daba esperanza y abría la
posibilidad para que a partir de la superación de situaciones de dolor se
encontrará a un Dios escondido que siempre habla en esos resquicios tenues de
la existencia.
Hasta aquí somos claros
que esa negatividad es en la experiencia y la práctica de Jesús una posibilidad
de encuentro con Dios. Porque es el dolor, mucho más que la felicidad la
afectación más profunda que puede paralizar o liberar la vida. El dolor y el
sufrimiento son el fondo de la existencia humana desde el cual se puede emerger
para hacer de nuevo todas las cosas, pero también el dolor puede no ser
superado y condenar la vida al abismo.
Y aquí sucede la gran
revolución de este misterioso Dios. Desde la libertad del hijo, es decir la
vida libre y espontánea de Jesús de Nazaret, el ámbito de su misión y mensaje
se convierte en su propia realidad, la condenación. Así se identifica con
quienes siempre fueron destinatarios privilegiados de su mensaje. Y desde esta
realidad profundamente humana emerge la vida como posibilidad necesaria en la superación
de estas situaciones trágicas de la condición humana.
Cuantas cosas tuvieron
que recordar estas mujeres y hombres para darse cuenta como buenos judíos, que
era imposible que quien se identificara libre y voluntariamente con los que
sufren no podía quedar muerto a partir de su propio sufrimiento. Cuando se les
abren los ojos comprenden que solo la vida es la superación necesaria del
dolor, y que hay que descubrirla en el reto cotidiano de esta posibilidad que
es constitutiva del ser humano.
Por eso Jesús resucitó,
por eso lo sintieron en el camino de Emaús, por eso María Magdalena ya no llora
desconsolada. Por eso, tantas mujeres y hombres seguidores de Jesús morirán en
adelante también en la cruz, en el circo romano de los leones, en las
persecuciones y las guerras, en los sistemas económicos de muerte injusta en
América latina y Colombia, víctimas de dictaduras. Hombres y mujeres,
seguidoras de Jesús que en medio de esta tragicomedia humana dieron su vida en
medio del dolor por la vida misma, y quien hace esto: ¿cómo puede morir?
Solo a quien se le abre
los ojos para comprender desde lo más profundo de sus ser esta extraña realidad,
aun después de la ceguera puede pronunciar: “quédate
con nosotros Señor que es tarde y se va el sol”. Felices Pascuas (a 24 años de la masacre del
Padre Tiberio Fernández y demás creyentes en Trujillo, Valle del Cauca).
Imagen
1. La resurreccion de Caravaggio. http://es.wikipedia.org/wiki/Resurrecci%C3%B3n#mediaviewer/Archivo:Museo_regionale_di_messina,_caravaggio,_resurrezione_di_lazzaro_2.JPG
La certeza de algunos seguidores de Jesús después de su muerte (sin resurrección física) se puede explicar sociológicamente, tendríamos que revisar el contexto social de aquellos tiempos con respecto al honor y la vergüenza y el individuo en relación al grupo del que habla Bruce Malina por ejemplo. A Jesús no le condenaron por ser un ladrón específicamente aunque lo fue, le robo la tranquilidad a los que estaban seguros y cómodos en sus escritorios gobernando esa parte del imperio romano. Yo creo que la cruz no es parte del plan de Dios es decir, no era el Plan de D**s que alguien muera para redimir a los demás, esta muerte fue la muestra de la injusticia de un sistema corrupto como lo es hoy, un sistema dirigido por personas anti vida, que no permiten vivir de manera digna a los que están abajo y peor aun a aquellos que optamos por mantener una espiritualidad de resistencia a los grupos de poder inquisidores. Esta resistencia es la resurrección de Jesús pero como siempre desde abajo no desde el poder sino desde las y los oprimidos de los sistemas opresores.
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