miércoles, 8 de febrero de 2017

El Ayuno: una práctica de Justicia, Misericordia y Amor.

Isaías 58:7-10Reina-Valera 1960 (RVR1960)

7 ¿No es que partas tu pan con el hambriento, y a los pobres errantes albergues en casa; que cuando veas al desnudo, lo cubras, y no te escondas de tu hermano?
8 Entonces nacerá tu luz como el alba, y tu salvación se dejará ver pronto; e irá tu justicia delante de ti, y la gloria de Jehová será tu retaguardia.
9 Entonces invocarás, y te oirá Jehová; clamarás, y dirá él: Heme aquí. Si quitares de en medio de ti el yugo, el dedo amenazador, y el hablar vanidad;
10 y si dieres tu pan al hambriento, y saciares al alma afligida, en las tinieblas nacerá tu luz, y tu oscuridad será como el mediodía.


El profeta Isaías (tercero) -el profeta después del cautiverio-, en el CAP 58:7-10 criticó fuertemente la práctica del ayuno en el pueblo de Israel, pues para él la abstinencia de alimentos estaba más allá de un simple ritual de culto o de una demostración de espiritualidad. El ayuno es en realidad, amor en muestras de misericordia y justicia; para el profeta nada es más coherente que correlacionar tu fe con tu vida cotidiana.
Pues no es posible que muestres a otros que ayunas, pero sigues llamando impuros a los que ya Dios limpió, o sigas cargando u oprimiendo al otro(a), humilles a las demás personas o les impongas cargas que ni tu mismo eres capaz de llevar. El profeta cree que es injusto que muchos tuvieran mucho pan en sus casas y que al llegar del ayuno se jactáran, mientras que otros se les ha negado injustamente la posibilidad de tener ese y otros bienes para vivir.
Así que para el profeta es mucho más interesante la práctica de la solidaridad, la hospitalidad, el amor y demás. Es mucho más importante el cubrir al desnudo o no mostrar indiferencia ante la necesidad de tu hermano. Para este, es más valioso el hecho del compartir, consolar, preocuparse por, dejar de señalar al otro(a) (ser juez de sus acciones) o dejar de hablar mal; que todas nuestras maneras en las cuatros paredes de nuestros templos de demostrar que somos muy creyentes.
Así y solo así podremos encontrar el favor de Dios para nuestras vidas, tal cual se los aseguraba el profeta al pueblo: parafraseando, les aseguraba que si atendían a los desventajados o le daban prioridad a las necesidades del otro, sus propias necesidades serían tenidas en cuenta. Algunas veces no es que Dios no nos oiga o no quiera responder nuestras oraciones, es que no hemos sido coherentes con las necesidades de quienes nos rodean, pues solo hemos pensado en nosotros.

Adolfo Céspedes

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