sábado, 3 de enero de 2015

Un Embarazo no deseado: el natalicio critico socialmente liberador. Narrativa de Lucas 2:1-7.

Teo-ficción para no fanáticos.

Aun no podía superar ese dolor, me sentía desfallecer cada vez que el recuerdo me inundaba. Era solo un secreto entre Dios y yo, nadie más sabia, pues era casi imposible poder hablar de lo sucedido esa tarde. Todavía duermo, y mientras cierro mis ojos siento sus sucias, fracasadas y violentas manos recorriendo mi cuerpo, codiciándolo una y otra vez y pidiendo que cediera ante su deseo desenfrenado. Mis ojos no paraban de llorar y mis manos de rechazar el acto, pero su cuerpo, su poder varonil se impuso ante mí y la lucha me llevo a quedar sin ímpetu para negarme ante el abuso.


Aun así, sé que tengo que decirle a José de lo sucedido, mientras, pienso que no encuentro las palabras, pero pronto tengo que hablarle, de este imperio que se ha vuelto desgarrador para nuestras mujeres. Han legitimado poco a poco el poder varonil sobre el femenino, nos han despojado de nuestra dignidad, pues lo que se, es que son muchas las forzadas, y no hay justicia para nosotras, ¿Es posible encontrar a alguien dentro del poder que vele por nuestra seguridad? ¿Será que algún varón pueda pensar en nuestros derechos, más que en sus propios derechos? La angustia me susurra, el desespero me abraza y el miedo de la soledad me acecha, no sé cómo tomara esto José ¿será José uno de estos varones de los que se identifiquen en mí, que se coloquen en la posición de mi dolor y no me miren desde los ojos de su machismo?


Después de algunos días me he quedado muy preocupada, pues constantemente entre dormida he visto como en sueño a un hombre alto que me visita y me habla en un lenguaje muy delicado y con palabras que a veces no entiendo muy bien, pues me habla de una concepción. Debe ser sobre Elizabeth, al cual he admirado mucho, pues sin poder dar a luz ha concebido, es más, a veces tengo pequeños fragmentos de recuerdos de esos extraños sueños, en los que no me habla de un embarazo, sino de dos, en otras me he visto yo embarazada. Tengo que admitirlo, tengo miedo, no quiero que esto afecte mi vida pública, pero a la vez pienso que a nadie debo demostrar nada, que no son los varones quienes califican mi vida moral; no sé qué hacer, un embarazo para mí sería terrible, ya llevo algunos meses con José y nunca hemos podido estar juntos, ya seria para mí un doble secreto, sino he podido hablarle de los constantes abusos sociales varoniles con las que muchas jóvenes como yo han transcurrido debido a un hombre que se cree que su miembro viril es un monstruo insaciable e inmisericorde que no comprende el dolor del otro, sino que irrumpe sin conciencia sobre cuerpos inocentes y los deja inertes ante los demás.

La sociedad me rechazaría, me tendría como a menos, sin bastar que es posible que muchos de esos vecinos que hoy me saludan con agrado, o que me miran entre ojos diciendo a mis familiares lo joven y hermosa que estoy, me señalarían y hasta tomarían piedras en sus manos dispuestos a matar mis sueños, mis ganas de vivir y mi libertad de decidir sobre mi propio cuerpo. Por qué es tan difícil a los seres humanos comprender y aun para esta misma sociedad que mi cuerpo es mío, ¿Por qué piensan que no me valoro al haber descubierto mi cuerpo? Y aunque este no fue un caso de libertad o de entrega por amor, sin que ellos llegasen a enterarse siento como me apedrean las miradas, esas que emiten palabras sin haberlas pronunciado, esas que acosan y culpan de algo del que solo fui objeto, que me resuenan las reglas insostenibles de esta sociedad, de esta tan miserable que permite a los hombres tomar a cuanta mujer desee a menos que no tenga otro hombre, pero a la mujer, se le acribilla, se le tilda, de que “no se valora”, de que “dejo de valer más” como si mi vagina tuviera precio, como si la unión de mi himen no fuera tan frágil y vulnerable, ¿Por qué debo valer más en mi castidad? Pero qué y si me entrego por amor o como es el caso, si se lo roban sin amor, como los “guardas” del imperio que lo toman sin autorización. Al final, ninguno dice mi valor.


¡Cuánto dolor!

Lo que me temía sobrevino, no saben lo que se siente ser mujer en este mundo. No puede estar pasándome esto. Ya le dije a José a cerca de mí inoportuno y desatino destino. Si, aunque no me lo crean, soy víctima de un mundo hetero-patriarcal decidido a golpearme con o sin palabras. Fui tomada en resquiebre de mi libertad y ahora embarazada de un des-graciado que cobro mi supuesto valor, cuando mi vida sexual no tiene nada que ver con mi valor. José, solo callo, me miro con tristeza y decepción, no pude contener su silencio, mi coraje fue tan fuerte, me sentía que no podía, pero me convencí a mí misma que deseaba tener a mi bebe, que era una decisión propia si quería o no tener a este bebe y yo lo decidí, pues no me hace más o menos mujer ser madre, pues no sigo la normatividad patriarcal que me pide ser fecunda para ser mujer. Además, que algo me decía dentro de mí que mi crianza podría garantizar hacer de este un bebe con buenos propósitos para la vida; me dedicare a enseñarle a no negarse a lo que la sociedad estigmatiza, recrimina o señala, le enseñare de las diversas discriminaciones y de cómo a pesar de ello, no significa que sean menos personas, por el contrario, deben ser su preocupación y prioridad de atención, le daré principios que puedan cambiar y revolucionar los parámetros de la sociedad, si es varón, le enseñare a tratar a una mujer, a reconocer desde su masculinidad el valor de la feminidad; pero si es mujer, le enseñare a no dejar que nadie ni nada la discrimine a vivir libre de los parámetros de esta sociedad aplastante de lo femenino en todas sus orientaciones.

Hoy, tengo que reconocer la grandeza de Dios, ese que aunque sus “mensajeros” sean tan herméticos, él sigue siendo uno que desde su amor y perdón nos acepta a cada uno de nosotros como somos, sin más o menos de eso que nos encontró. José, sin saber cómo, me ha dicho que se hará cargo de todo y tomara al niño/a como su propio hijo/a, lo ha sentido tan suyo; siento que no me equivoque al preguntarme si había un hombre que pudiera identificarse en mi dolor, y no he encontrado a alguien más como él, tan masculino, pero siempre comprendiendo y sintiendo lo femenino desde lo propio. Por eso, mientras las aves cantaban, yo entono mis salmos y grito a este mundo de represión la gracia que he recibido, mientras Elizabeth y mis parientes, todos se han unido a mi celebración, yo grito de alegría porque un bebe está por nacer.

¡Ha nacido!

Cuan duro fue este viaje, algunos nos rechazaron, algunos ni siquiera nos escucharon, todos tenían su lugar de reposo, mientras nosotros ni siquiera teníamos un lugar, y aunque no fue un lugar de reposo, de todos modos allí junto a la naturaleza reposamos. Hoy podemos vivir en este humilde lugar nuestra fiesta de amor, gozo, y unión de todos, sin clases sociales. Cada uno de estos actos ya me dicen que este nacimiento no es una casualidad más, es una forma de hacerme entender que pastores y sacerdotes pudientes del oriente pueden juntarse sin colocar por encima el poder, que los ricos dan al vulnerable e inocente. ¡Ja! Quién lo diría, que lo que debió ser mi ejecución social, hoy es mi grito de libertad y felicidad. Quien pensaría que este puede ser el inicio de redención de algunas mujeres como yo o peor que yo, que fueron y son abusadas a diario, para enfermos, pobres o rechazados en la búsqueda de su inclusión. No olvido lo que representó mi dolor, pero pude entender que el dolor es la experiencia del abusado, es el proceso del señalado, pero ante ese, la compañía de todos y todas pueden hacerme sentir más ser humano, que José no siguió lo que la sociedad le decía que debía hacer, sino lo que sentía que debía hacer para hacerme sentir que me acompañaba, entendía y sentía mi dolor, así pude superarlo y así mismo celebrar el nacimiento de esta lucha social, como unas cuantas otras por la liberalidad de todos y todas.

Adolfo Céspedes Maestre
Feliz navidad 24-12-2014



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