
Teo-ficción para no fanáticos.
Aun no podía superar ese dolor, me sentía
desfallecer cada vez que el recuerdo me inundaba. Era solo un secreto entre
Dios y yo, nadie más sabia, pues era casi imposible poder hablar de lo sucedido
esa tarde. Todavía duermo, y mientras cierro mis ojos siento sus sucias,
fracasadas y violentas manos recorriendo mi cuerpo, codiciándolo una y otra vez
y pidiendo que cediera ante su deseo desenfrenado. Mis ojos no paraban de
llorar y mis manos de rechazar el acto, pero su cuerpo, su poder varonil se
impuso ante mí y la lucha me llevo a quedar sin ímpetu para negarme ante el
abuso.